Ricardo Carpani (1930-1997) volvió a la Argentina en 1984 luego de 10 años de exilio, con la intención de integrarse a los movimientos de trabajadores organizados que habían protagonizado las décadas del sesenta y setenta en el país, y que él había representado incansablemente en sus afiches, murales y pinturas. Pero a su regreso, como manifestaría en distintas entrevistas, encontró una clase obrera disciplinada en los largos años de hierro de la dictadura cívico-militar que gobernó el país entre 1976 y 1983. Le pareció identificar trabajadores dispersos, sin horizonte de lucha ni expectativas de transformación. Pensó entonces que el camino para denunciar y reflexionar sobre esta nueva realidad era ubicar “porteños” vestidos con trajes grises, perdidos en voluptuosas selvas. Trabajadores desorganizados y solitarios habitando contextos que no entendían y a los que no pertenecían, como una metáfora del abandono de la expectativa revolucionaria de las décadas anteriores. “¿Dónde está la parada del sesenta?” “¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como este?” preguntaban los títulos de sus telas, desconcierto acentuado por el contraste entre el color de la vegetación y el tono monocromo de sus personajes.

Este giro en su obra es notorio. Los trabajadores hipermusculosos de Carpani habían circulado intensamente en revistas de militancia, gacetillas sindicales, volantes, murales y afiches de calle en la “década larga”, conformando una iconografía de lucha en la que una clase obrera fuerte, organizada y presta al cambio social se manifestaba en las calles y las fábricas junto al grito enérgico de las consignas que solían acompañar sus imágenes: “Basta de dependencia y explotación”, “por una política y un sindicalismo al servicio de la liberación”, “Hacia la liberación de los argentinos junto al tercer mundo”, por recordar algunas de las más notables. Pero en esta nueva Argentina de la reconstrucción democrática no había lugar para consignas estridentes y anacrónicas, no se hablaba de liberación ni de socialismo nacional, mucho menos de un arte revolucionario. Parafraseando al historiador del arte Roberto Amigo, en los años ochenta el arte político se transformó en “arte democrático”.

En el año 1994 Carpani es invitado por el área de Extensión Cultural de la entonces Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de La Cárcova”, a cargo de Oscar Smoje, a dictar el seminario “Teoría y Práctica del muralismo”. En ese contexto realiza el mural “¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como este?”, que hoy sobrevive en una de las paredes del edificio histórico de aquella escuela, hoy museo. Esa imagen, pasados treinta años, insiste e interpela porque evoca viejas preguntas y nuevas posibilidades para las y los trabajadores argentinos en un nuevo aniversario.
 
Alguna vez Álvaro García Linera sostuvo en referencia a la alternancia entre gobiernos progresistas y conservadores en América Latina: “las transformaciones se producen por oleajes (…) las revoluciones permanecen como posibilidad dormida o en referencias a las luchas del pasado”. Para recordar que sentirse perdidos y perdidas es solo la parte de un giro que se reencontrará nuevamente en las luchas históricas y en las grandes conquistas sociales.
 Volante 1ero de Mayo. Sólo el pueblo salvará al pueblo. 30x40. 1973. Offset

–

Ignacio Soneira. Docente universitario e investigador (UNA, UBA, UNSAM, UNLA). Especialista en temas relativos a las relaciones entre arte y política en América Latina. Director del PICT "Archivo Carpani: patrimonio, arte y política"